lunes, 19 de julio de 2010

Gauguin y las alas del albatros


“Soy el albatros que te espera en el final del mundo,
Soy el alma olvidada de los marinos muertos,
Que cruzaron el Cabo de Hornos,
Desde todos los mares de la tierra.
Pero ellos no murieron en las furiosas olas,
Hoy vuelan en mis alas,
Hacia la eternidad,
En la última grieta de los vientos antárticos”

Poema de Sara Vial de los Heros grabado en el monumento a los marinos
fallecidos en el cabo de Hornos.

Hay un impulso que lleva a los hombres  a correr, es un viento atavico que de vez en cuando remueve la quietud y lleva al fin del mundo las ilusiones y las vidas de los que se atreven a soñar.
¿Cual fue el momento en que elegimos labrar, domesticar, depender,tener, defender, guerrear?.
Cada vez estoy mas convencido de que el paso a la vida sedentaria en el neolítico fue un paso atrás. Estoy seguro que la vida del ejecutivo es bastante mas dura, menos placentera y mas desagradable que la del salvaje prehistórico (hombre realmente libre). 

El pintor postimpresionista francés de finales de S.XIX Gauguin representa perfectamente ese espíritu de búsqueda, era corredor de bolsa en París y llegado el momento tuvo lo que los demás no solemos tener y marcho hacia un incierto futuro y un desconocido destino. A el lo movía el ansia por el arte por expresarse, por ser, que es lo que nos hace humanos.
Desde entonces su vida fue una sucesión de viajes, de calamidades (paludismo, disentería y cólera), y amistades intensas (la leyenda dice que Van Gogh se corto la oreja por su culpa). Vivió en Francia, en Dinamarca, en Panamá, en Martinica y en las Islas Marquesas de la Polinesia Francesa. En el Caribe descubrió el primitivismo que le hizo pasar a la historia del arte y en la Polinesia fue donde encontró la inspiración definitiva, donde se arruino y murió en la mas absoluta miseria.


Se que existe ese impulso ancestral que nos hace buscar, descubrir, pensar, sobrevivir, vivir. De vez en cuando alguien enarbola la bandera de la libertad en pos de la vida  y nos hace aventurarnos a los lugares donde el viento sopla sin reglas, y donde no necesitamos tener, ni defender, ni criar, ni proteger ni guerrear. Volver al estado del niño que no tiene vicios ni obligaciones y su única ocupación es ser, existir , vivir y crear.
Eso es lo que hacemos cuando nos liberamos, cuando como Gauguin comprendemos que la esencia no necesita lujos, eso es lo que nos pasa por nuestras acomodadas mentes como cuando ese marinero que quedo en Cabo de Hornos para siempre volamos en las alas del Albatros.

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