jueves, 10 de febrero de 2011

The cavern


Long, drunk liverpudlian nite
Ayer hizo 50 años que The Beatles tocaron por primera vez en The Cavern, mítico club de Mathew Street, en pleno centro de Liverpool.

Hace ya unos buenos añitos tuve la suerte de deambular por aquellas calles, muchas y frías noches. Siempre, siempre, recordare los conciertos de los “Mersey Beatles” banda de tributo oficial de La Caverna los jueves por la noche:

The Cavern
Fuera un frio del carajo, lluvia, viento y oscuridad. La entrada escueta, discreta con un letrerito pequeño y tirando a kitsch. Un tipejo enorme encargado de la seguridad, siempre amable. Las escaleras intrincadas, la pared pintada de negro, la típica foto en el rellano con el logo…Empieza a sonar la música, parece que hay gente, sube un calor humano tremendo, sobra la ropa, sobra la bufanda… En la barra vuelan las pintas de lager (rubia de toda la vida), ponme una, en la sala 2 toca algún grupo que no conozco, turistas y sobre todo jóvenes estudiantes abarrotan la sala alargada, pared de ladrillo (es un sótano), italianos, españoles, chinos, irlandeses, holandeses, rusos, buen rollo.

Sale Paul a escena, y en un estridente acento scouser dice:”Gud nite and welcome to the Cavern”, empieza el espectáculo. Son clavados, musicalmente excelentes, versionan fielmente a los cuatro chicos que removieron el mundo hace ya demasiado tiempo.


Mathew Street

Dos horas después, público entregado coreando los acordes finales de Hey Jude, ahora ya hace un calor del copón, la cerveza bulle, el sudor brilla, una noche de jueves mas, abrazado a mi familia de allí, mis amigos.

Los que me conocéis ya sabéis que entre las ciudades feas del mundo, la más bonita, para mi es Liverpool. Y de alli mi recuerdo favorito es el que acabo de contar. Da igual que el primer local donde tocaron los Beatles fuera otro (Jacaranda) que aun sigue abierto y que es un sitio estupendo sin tantos turistas. Da igual que The Cavern original se quemara y que la que hay ahora sea una reconstrucción, igual que la banda que toca es otra reconstrucción. Sé que allí en aquel local caluroso, estrecho y agobiante, a reventar de foráneos y donde el suelo de los aseos es resbaladizo como el hielo, en aquella escalera por donde baja el público y los artistas, en aquella calle húmeda y fría sigue viviendo la magia de aquel medio día cuando cuatro chicos de los suburbios agitaron el mundo y la historia de la música.

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