viernes, 18 de febrero de 2011

La mañana

Yo nado en el vacío
del sol tiemblo en la hoguera
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.
(Rima L de Becquer)


Deja que me siente en tu sombra más oscura,
Mientras los grises búhos vuelan sobre tí;
Allí he de rogar tu bendición:
No convertirme en una ilusión,
No desvanecerme en un lento letargo.
(A silent wood, E.Eleanor Siddal)



La extraña belleza de las horas intempestivas. El azogue del día que aun no ha llegado. Las fronteras entre una jornada y otra son el teatro cuando está subiendo el telón. Son el momento en que los seres caminan con tiento, cuando se hiela el aliento y se empiezan a hilar los instintos. El lobo será lobo, la liebre liebre. La calma elegante del amanecer, no en vano hay todo un día esperando entre bambalinas, maquillándose con sus tonos azulados. Sin embargo detrás queda la sombra, con la que se nublan los lobos, con la que amenazan las lejanas horas futuras.

Entre medias, queda este asombroso momento en que la luna y el sol compiten y en medio in hac lachrymarum valle los mortales abren los ojos al mundo, entre tinieblas.

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